26 agosto 2004
Nocturnia
Esta mañana caminaba por la calle antes de que amaneciera. La ciudad estaba desierta. Era sólo mía, de los repartidores de prensa y de las cucarachas. Supongo que más de éstas últimas, los repartidores y yo estabamos de paso. Y ellas son más listas que nosotros.
Me dió por mirar hacia arriba y los balcones parecían distintos iluminados por debajo por la contaminación lumínica que provocan las dieciochescas farolas de hierro, esas nuevas que intentan parecer de verdad.
En siete minutos he llegado a la estación y me he metido en un vagón. Aún era de noche cuando el tren ha comenzado a rodar.
Daba la sensación que amanecía más lento de lo que el tren se movía, y que hasta que éste no parara el sol no nos iba a alcanzar,
Me he fijado en las personas que compartían el vagón conmigo. Nadie hablaba, así que al poco rato uno a uno iban rindiendose al sueño. Y pasaban de mirar absortos por el cristal a quedarse dormidos apoyados en él.
Me he preguntado en qué momento alguien se coló en nuestras vidas y suplantó lo que de verdad queríamos hacer con ellas por "esto".
Quizás les importaba o no se habían dado cuenta. ¿Y yo? ¿No me importa o no me daba cuenta?
Estaba preguntandome eso cuando me he quedado dormido también.
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