29 diciembre 2004

Monos Marinos

Los monos marinos se anunciaban hace años en unas revistas de tebeos, en pequeños espacios a pie de página.
Junto a las fotos de otros productos, como las gafas de rayos x y las cámaras espía del tamaño de una cerilla, estaba el cupón recortable con los datos que había que rellenar para encargarlos.
Se pedían y recibían por correo postal.
Se suponía que, al verter el contenido del sobre en un acuario, se formaban espontáneamente diminutos seres homínidos que vivían y socializaban entre ellos, hasta que supongo que se morían de aburrimiento. O tristeza. O tal vez inanición.

Nunca supe qué comían los monos marinos.

Más tarde leí que era un timo común y que lo que enviaban eran larvas desecadas de renacuajo que evidentemente poco hacían, aparte de descender lentamente hasta el lecho de piedrecitas.

Nunca los pedí, no soy del tipo de persona que se atreve a hacer cosas así.
Pero sí soy del tipo de persona que se acuerda de los monos marinos, no sé porqué.

24 diciembre 2004

Una nueva forma de arte

CQPNS, suplemento científico.

Fiesta navideña, reencuentros, sonrisas, musica alta.
Ciertos expertos consideran éste el caldo de cultivo ideal para el fenómeno del soliloquio navideño, tambien llamado diálogo unidireccional.
La incapacidad de ciertos individuos para atender a las respuestas de las personas con la que conversan es un síntoma que suele agravarse ante personas poco conocidas.
Pueden ser aprovechadas por éstas para, mediante la respuestas adecuadas, conseguir un conjunto no exento de cierta belleza artística. Pura performance dialéctica.
Si bien se aprecia en esta nueva forma de arte un cierto deterioro de la coherencia, la belleza formal del resultado compensa con creces este sacrificio.

Ejp:

- Hombre tiooo, ¿como estas? Joder, perdona que no te haya saludado antes, es que con tanta peña por aquí ni te he visto.
- Hola Javi. Por cierto, mi nombre es Leandro, sospecho que no lo recuerdas y te quiero ahorrar el mal trago.
- ¿Yo?Pues bien, como siempre. Pero cuentame, ¿como te va todo?
- Pues bastante mal, arrastro una depresión los ultimos meses que no me deja fuerzas para nada más. La hernia que siempre he sufrido se ha agravado y me tiene la mayor parte del tiempo postrado en cama. Dejé el trabajo y ahora sinceramente no me apetece ponerme a buscar otro. Mi novia vive ahora con mi vecino de enfrente, el culturista vigoréxico. Ah, la gata se escapó. De ella no se nada más, aunque...
- Me alegro mucho, ¿y la familia que tal?¿Todo bien?
- Murieron todos este verano, en Egipto. Terrible. Un accidente de autobús. Ya sabes, estos touroperadores económicos... Yo me libré, no pude ir por estar en el hospital con salmonella. Imaginate, me enteré de la noticia estando ingresado.
- ¡Muy bien, tio! Me alegro de haberte visto, ¡a ver si quedamos, que nos vemos el pelo de uvas a peras! Si eso te llamo un día para tomar unas cañas. ¡Feliz Navidad!
- Estaría genial. Vivo a cuatrocientos kilómetros de aquí, no bebo alcohol y no tienes mi número. Feliz navidad. Llamame, ¿eh?

16 diciembre 2004

Trayecto

No funcionó el remedio casero contra la depresión de las 20:10.
Al calor de papel de plata de la calefacción del tren, comenzó el inventario de su colección de miserias cotidianas. Luego lo dejó a mitad por falta de ganas.

Miró por la ventana del vagón frunciendo el ceño para atravesar el revés iluminado del interior que el cristal le devolvía. Luces de pueblos, urbanizaciones y polígonos industriales.
El resto del género humano seguía reproduciéndose y esparciéndose por el planeta. Igual que la última vez que miró por la ventana. Se impacientó.

Vió las diminutas luces de un avión que se alejaba a cámara lenta.
Intentó pensar en el tráfico aéreo, y en la frustración que debían pasar los controladores por no poder mandarlo todo a la mierda en mitad del turno. La imposibilidad de colgar los auriculares e irse paseando a las afueras a coleccionar insectos siempre le resultó un reparo a la hora de escoger esa profesión.

Miró las luces brillantes y lejanas, y la perspectiva de que todas ellas tarde o temprano se acabarían fundiendo le sumió en un estado de desánimo y pereza tan opresivo y repentino que pensó que nunca podría salir de él.
Se arrebujó en la chaqueta aunque no tenía frío. Paseó su mirada por el variado catálogo de nucas que le ofrecían el resto de pasajeros sentados de espaldas ante él, dispuesto a cerrar los ojos y fundirse con el tejido barato y descolorido que tapizaba su asiento.

Sin embargo, el tren tomó una curva pronunciada pocos segundos después.
El quejido provocado roce de las ruedas con las vías le devolvió a la vida.
Ya desde lejos pudo sentir como su frecuencia contagiosa inundaba el aire, reverberaba en los cristales y terminaba extendiéndose por los soportes de los asientos, el estampado del tapizado y los propios pasajeros que estaban sentados en ellos.

Se sintió abrazado por ese sonido. Hermanado con lo que le rodeaba por esa frecuencia común. Al fin estaba formando parte de algo, al fin estaba en sintonía con su entorno. Abrió los ojos para constatarlo.
Todas las personas sentadas en el vagón consultaban simultáneamente sus teléfonos móviles al haber tenido la sensación de que estaban sonando. O vibrando. O llamándoles desde ultratumba.

Buscó con la mirada el martillito rojo para romper los cristales en caso de emergencia, pero no estaba en su sitio correspondiente.

Corra a por su trozo

13 diciembre 2004

Difunto deseado

Necesito celebrar el entierro de la parte de mi mísmo que no para de crearme problemas. La que se empeña en soterrarme a diario.
Lo tengo todo planeado, será un entierro festivo.
Amigos y conocidos acudirán y serviré vino y jamón y todo tipo buenas viandas.
No faltarán la buena música ni las risas.
Repartiré clavos y martillos para que me ayuden a sellar la tapa.
Echaremos tierra en el cajón con las manos desnudas, enmudeciendo las protestas ahogadas de mi parte fallecida.
Y bailaremos sobre el montículo hasta que la tierra quede plana.
Entonces me iré a dormir bajo una manta cien días seguidos.
Y cuando despierte, haré planes para el resto del tiempo que me quede.

10 diciembre 2004

Central de correos

No creo que lo recuerde mañana, no puedo confiar en mi memoria.
Pero sí puedo confiar en la incompetencia del servicio postal.
Me enviaré a mi mismo un paquete con todas las respuestas, y espero que tarde en llegarme cientos de años.
Y entonces lo sabré todo.
Que el Halcón Maltés no era tan negro. Que la chica no era realmente tan mala, ni Bogart era tan listo como él mismo se creía.

Que todo es distinto una vez rascas el esmalte que lo cubre.

06 diciembre 2004

Fin de final

Fin de final.
Salto del angel con doble tirabuzón directo al fondo seco de la piscina. Ahora ya terminé de caer.
Durante una buena temporada pensé que estaba volando. Al golpe, aunque ha dolido y mucho, le agradezco el sacarme de ese error.
Se acerca una época de cambios. Eliminaremos lo que no necesitamos, lo que nos saca de nosotros, lo que nos hace daño.
Volveremos a las mañanas y a las cosas sencillas.
Dos deserciones en la enorme escuadrilla de pilotos kamikaze.
Dos vampiros que vuelven a la vida.

03 diciembre 2004

Ausentes

Es infinitamente más fácil encontrar una razón para seguir despierto que una para meterse en la cama.
Al menos para mí y para el resto de los coleccionistas de ojeras. Viejos prematuros, voyeurs crepusculares. Contadores de futiles ejércitos de ovejas olvidadas, que balan con desgana sabiedose de poca utilidad.

Si te cruzas con nosotros tal vez nos reconozcas.

Somos los que se trasponen esperando el verde del semáforo en medio del ajetreo, y se sobresaltan sorprendidos al ver que todo el mundo ha empezado a caminar.
Los que asidos a una barra en el metro apoyan la barbilla en un brazo.
Los que nunca responderán a la primera cuando alguien se dirija a ellos.
Los que se olvidan de que están leyendo un libro en el tren pero se quedan con la mirada perdida entre las líneas.