26 abril 2009

Frágiles

Sómos frágiles, a veces casi de papel quebradizo. Hay días en que detenemos un meteorito con la yema de los dedos y otros se nos resquebraja el mundo por reconocer un coche aparcado en la puerta de un bar al que queremos entrar.

18 abril 2009

Abisal

Cualquiera que guste de dilapidar su tiempo en actividades creativas sabe que entre las alturas de la plenitud y la desesperación más abisal flota un esquivo estado de gracia en el que las palabras, las notas o los trazos salen de corrido, como escapados de nuestra cabeza.
No nos vamos a engañar, la gente esencialmente feliz es digna de envidia pero suele alumbrar obras insípidas. Tal vez sea una cuestión de autosugestión: por una razón o por otra, los cajones de nuestra memoria están atiborrados de autores atormentados, pintores locos y perfectas y redondas canciones de desamor.
En días como hoy, en que malpago las muchas horas de sueño que me debo con un café de campeonato, mientras miro como una lluvia indecisa oscurece las aceras, creo que podría escribir cien lánguidas canciones sobre exilios, errores reincididos y daños colaterales.
Pero siempre que me pasa no tengo una guitarra cerca. Y cuando al fin tengo la mía a mano termino siempre tocando las canciones de los otros, esas que adoras y a la vez maldices por no haberse dejado componer por ti.

15 abril 2009

Chez la mère

No hay nada más propio de una madre experta que esa aparente falta de atención y de método frente a los fogones. Esa dejadez es casi siempre una impresión, pues los platos terminan sabiendo exactamente como los recordamos. El instinto y la experiencia desconfían de los libros de cocina.

En días como hoy me gustaría que todas y cada una de las cosas me pudiesen salir así de improvisadas y redondas. Pero aquí, al contrario que en el resto, el primer paso es no proponérselo.

13 abril 2009

Periferia

Desde hace poco aligero bastante mis equipajes. Rompí la maleta grande una mañana negra, en un alarde involuntario de prisas y estupidez del que no he dejado de alegrarme con el tiempo.
La bolsa, ligera y sin el traqueteo de las ruedas, me ha reconciliado con algunas distancias y con el sonido de mis pasos y de los ajenos. Sentado con ella en la periferia de todo me alivia pensar que al menos he dejado de creerme su centro.

09 abril 2009

Celebración

El otro día debí salvar al mundo una vez más, de manera inadvertida.
No me enteré hasta la mañana del sábado, cuando bajé a desayunar y me encontré a la comitiva de estadistas y dignatarios esperandome en la acera. Una banda tocando himnos, cientos de sonrisas y muchos flashes. Unidades móviles y una espontánea congregación de agradecidos ciudadanos empeñados en hablarme y darme la mano.
Acepté los obsequios y alabanzas algo azorado, ya que no tenía la más remota idea de por qué méritos estaba siendo homenajeado.
Tras el desfile por las avenidas les pedí que me dejaran, ya que estaban, cerca de casa para ahorrarme el pateo de vuelta.

No le he dado muchas más vueltas al asunto. Tampoco es mucha molestia cuando ocurre, aunque a veces pierdas la mañana entera.

Lo malo es que mis gestas involuntarias funcionan en ambos sentidos, y a veces hago lo mismo pero exactamente al contrario. No hay desfiles, ni agradecimientos, sólo alguien al que has jodido un día sin darte casi ni cuenta.

Sólo sé que quizás deberíamos aprender a caminar por la arena sin dejar huellas.