19 agosto 2004
Mi mejor papel
Mi carrera de actor terminó de forma prematura y trágica a los once años.
Me salté varias líneas de diálogo de la obra del colegio (que yo mismo había escrito) y estrellé prematuramente el avión en el que supuestamente viajaban los personajes.
Estrellamiento frustrado, ya que el único personaje que gritó y se zarandeó de un lado a otro de la silla fue el que yo interpretaba.
El publico (compuesto en su mayor parte por padres y profesores) se quedó helado, intentando comprender el significado último de mis aspavientos.
Supongo que la España ochentera del bocadillo de nocilla no estaba preparada para mis pinitos en la performance experimental.
Recuerdo la mirada reprobatoria y avegonzada de mis compañeros, que no sabían como salir de la situación.
Por suerte mi compañero Matías, que hacía de copiloto, enlazó de nuevo con el guión y se terminó la obra con mi personaje inconsciente sobre la silla.
Me dieron ganas de seguir así cuando terminó la obra.
Creo que a estas alturas ya nadie lo recuerda.
A mí aún me entran ganas de encerrarme en el baño cuando lo pienso.
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