13 agosto 2004
Lo maté porque era mío (sólo un poco)
El desierto de Almería se encoge por momentos.
Y esto no es un artículo de denuncia ecológica, es consecuencia de mis visitas.
No puedo evitar pensar que cada vez que vuelvo, el comprobado polvomagnetismo de la carrocería de mi coche se lleva una pequeña porción del paisaje.
Lo constato cada vez que vuelvo de allí y lavo el coche.
Duna con ruedas. Oleadas de curiosos a mi alrededor. El chorro a presión desvelando el color original de la chapa. "ohh!","ahh!", "Mira Papá, el coche es verde"
Rios de color de vainilla formando espirales en el desagüe del lavadero.
Pruebas del crimen. Puro deserticidio. Y encima reincidente.
Y todo por mi culpa. Un desastre. Me siento culpable.
Y aún así, algo sigue tirando de mí hacia el sur.
Me rindo. Mañana me vuelvo a ir. Y esta vez, con las chanclas de baile y el peor de los pretextos.
Necesito más verano. Disfruten de mi ausencia.
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