05 julio 2004

Crispín

Tenía 9 años. Era moreno y canijo. Y mentía como nadie.
Empezó de pequeñito. Ya en sus primeros balbuceos descubrió el intimo placer de perlar la rutina familiar de trolas diminutas y cotidianas, casi imperceptibles.
El regocijo que le invadía cuando decía "pipí" y su madre se encontraba "popó" bajo los pañales, era algo que asumió como propio y nunca le causó ningún sentimiento de culpa.
Y pronto aprendió tambien que las mentiras no descubiertas eran las más valiosas, porque permitian el contínuo ejercicio del engaño sin miedo a la represalia.

El colegio supuso para él una liberación. Una tierra virgen donde desarrollar su don a costa de niños ingenuos.
Y de profesores también.
Inventaba excusas para disculpar el no tener hechos los deberes de caligrafía y arimética.
En ocasiones, pateando una pelota de papel de plata en el recreo, le venía a la cabeza de forma repentina una excusa rematadamente buena.
Y no no podía reprimir el impulso de usarla en la siguiente clase para no presentar los deberes, aún cuando los tenía todos hechos. Y las series del sumas y restas cuidadosamente calculadas pasaban del carpesano a la palerea de su cuarto.
Y es que Crispín era un embustero responsable.

El crío era el ojito derecho de su tutora, la Srta. Blanco, desde que un día, distridamente, la puso al día de la trágica muerte de su padre en altamar, poco después de su nacimiento. La joven profesora se enternecía ante la entereza del pequeño, hijo del capitán de un buque atunero desparecido en extrañas circunstancias. Y ello le hacía pasar por alto su bajo rendimiento, consecuencia indudable de la ausencia de una figura paterna cariñosa pero autoritaria.
Crispín justificó la presencia del señor del bigote que acompañaba a su madre en las reuniones de padres diciendole que era un pretendiente que intentaba usurpar por todos los medios el puesto de su querido progenitor.

El padre de Crispín, comercial de una empresa de productos de limpieza industriales, nunca entendió las miradas frías y reprobatorias de la Srta. Blanco en las reuniones del APA.

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