24 marzo 2004

Un hombre con poco pelo camina cuesta abajo con los bolsillos fuera y la bragueta abierta. Parece simpático, distraído, despistado, hasta que escupe un líquido viscoso en la acera. Sus zapatos de rejilla pisan su propio cadáver de saliva y resbala, pero consigue frenar la caída apoyándose en un coche del que trataba de salir una señora. Ambos se miran, la señora sale del coche y cierra, y el señor sigue caminando, pero esta vez cuesta arriba.

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