04 marzo 2004
El alto precio de dos horas de sueño
Hoy me he dormido.
Cuando he abierto los ojos los numeritos del despertador marcaban dos horas más de lo habitual. He saltado de la cama y me he ido vistiendo mientras me duchaba.
Chorreando, he corrido a la cocina tropezando con los muebles y me he tomado un café recalentado mientras me lavaba los dientes. El café mentolado no es mal invento.
He salido del portal corriendo y casi he caido en la zanja de por arte de magia ha aparecido en mi acera. En el proceso de esquivarla he atropellado a un peón de obra, que se ha recobrado del impacto un poco confuso, porque para cuando él se ha girado, yo ya estaba a trescientos metros, dejando una nube de polvo tras de mí. Como el correcaminos.
No he perdido el tren de milagro. Cuando me he sentado, resoplando, he observado que dentro de mi bolsa había un calcetín negro.
Por suerte, estaba limpio.
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