25 noviembre 2004
Robert L. Stevenson y yo
Llegados a este punto, me da igual disponer del mapa y las instrucciones para encontrar la isla. No me importa en absoluto saber donde está la equis roja y olvidaré tranquilamente las palabras mágicas que abren la compuerta de la cueva del tesoro.
A mi ya no me apetece buscarlo. Otro me embarcó en esta cruzada. Y si realmente lo desea, puede terminar el trabajo por mí.
Y para hacer imposibles, que se vaya buscando a otro.
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