09 noviembre 2004
Astronomía propia
Vivimos en órbita errática por el espacio vacío que hay entre los universos de quienes nos rodean, sometiendonos a fuerzas fabulosas y contrapuestas.
A veces los campos gravitatorios de uno o varios egos poderosos pueden desviarnos de nuestra trayectoria, y hasta destruirnos, sin que nosotros podamos hacer demasiado.
He visto gigantes rojos en expansión desmesurada, enanas blancas reducidas a su más mínima expresión, meteoritos desbocados, sistema binarios, asteroides inertes y agujeros negros colapsados por su propio afán de protagonismo.
Trayectorias en espiral que nunca llegarán a encontrar su centro. Orbitas elípiticas que tardarán siglos en volver. Y rocas veloces e imprevisibles, que tarde o temprano terminan entrando en la atmósfera de algún cuerpo celeste más poderoso. Y se consumen en su descenso.
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