25 octubre 2004

Final abierto

Andrade era uno de los pocos empleados del edificio que utilizaba el cuarto de la fotocopiadora para fotocopiar documentos.

Este cuarto solía ser el refugio de emergencia para el cada vez menor clan de fumadores clandestinos de la empresa. También era el lugar de encuentro para los ocasionales y fogosos encuentros entre Luisa Vera, de recursos humanos y Blasco (el de contabilidad). Sexo iluminado con neón. Olor a papel y a tóner de impresora.

Esa mañana Andrade estaba tan atareado y ausente como siempre.
Era una de estas personas a las que puedes saludar al cruzartela por el pasillo y olvidarte de que la has visto veinte segundos después. Nunca estuvo muy claro si esto era un don del cual hacía uso de forma continuada, o una maldición que lo perseguiría hasta el fin de sus días.
Nadie pensaba demasiado tiempo seguido en Andrade. Ni siquiera el propio Andrade.

Todo esto cambió el dia que, metido en el cuarto de fotocopiadoras, respirando la atmosfera cargada de gris espeso, y bañado por el parpadeo epiléptico de los tubos de neón, Andrade se volvió loco.
...

(Historia inconclusa. Stop. Ruego a mis lectores hagan el trabajo sucio y la terminen. Stop. Gratificaré con paquete de pipas, bolsa de gominolas o similar. Stop)

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