20 septiembre 2004

Pequeño Plan de Fuga

El día menos pensado lo vendo todo y me compro una furgoneta oxidada.
Y conduzo hacia el sur hasta encontrarme con el mar, hasta que se me acabe la carretera.
Y en el borde mismito buscaré un pueblo costero.
Pediré a los pescadores alquitrán para calafatear las rendijas de las puertas, de forma que el agua no pueda colarse por ellas.
Haré acopio de pan de pueblo y chistorra, y también birlaré algo para leer.
Y partiré mar adentro, rodando por el fondo arenoso y haciendome amigo de calamares y rodaballos.
Tal vez me instale en una cueva de coral los restos del naufragio de una goleta española.
Pararé el motor y reclinaré el asiento hacia atrás disfrutando del silencio submarino.
Encenderé una vela que teñirá el habitáculo de un naranja descolorido e indeciso.
Y me quedaré mirando al mundo azul tras los cristales y observando como baja poco a poco el indicador de batería de mi móvil.
Y cuando la ultima rayita se extinga y finalmente se apague, descorcharé una botellita de cava y brindaré a su salud.
Y entonces me tumbaré a pensar que hacer con el resto del día.

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