20 enero 2008

Eremitas

Anda mi conciencia ultimamente reencarnada en un dolor en el pecho, fruto del último y mal curado batacazo en bicicleta. No es para alarmarse, sólo me duele cuando respiro muy hondo, cuando me abrazo con fuerza, cuando levanto pesos con el brazo derecho y en general cuando cometo alguno de los excesos a los que estoy acostumbrado. Hasta cierto punto es adoctrinador: me suele dejar tranquilo y sólo aparece cuando hago el tonto.

Hoy mi dolor ha fracasado en su misión de control, y mientras me vuelvo a casa caminando algo fastidiado, no puedo evitar sentirme un poquito el Holden Cauldfield de "El guardian entre el centeno", que vaga entre la gente fantaseando ser un fugitivo que oculta un balazo en el pecho.

Evitando entrar a valorar los cada vez más alarmantes paralelismos entre las andanzas de ese adolescente inmaduro y desorientado y la historia reciente de un servidor (que va de mal en peor), me pregunto como debió llevar el señor Salinger que un loco matara a John Lennon utilizando su libro como excusa.

No sé si fue ese el detonante de que el autor nos mandara a todos a paseo y se convirtiera en eremita.

Yo realmente no le culpo. A veces tengo impulsos de hacer lo mismo, pero, qué quieren que les diga, me falta el carácter. Además no tengo muy claro que la culpa de todos mis males sea del resto del mundo. Y además, necesito los huevos.

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