19 enero 2012
Inconclusión
A veces pienso que he vivido cien vidas inconclusas. Vidas breves de las que he saltado antes de tiempo como cuando se alejan dos trenes paralelos. ¿Nunca has viajado en un vagón que circula junto a otro en paralelo y que de pronto se aleja?¿Nunca has mantenido la mirada a través de la ventana a alguno de sus pasajeros? El anonimato que da el inexorable alejamiento, la velocidad, y las dos capas de cristal animan mucho esa complicidad.
El salto entre vagones divierte pero la inconclusión de los trayectos puede hacer que pierdas la noción del tiempo y olvides adónde querías ir o porqué lo estabas haciendo.
Así que cuelgas cuadros, abordas proyectos, pegas portazos, viajas, besas, aúllas, trasnochas, susurras, madrugas, resuelves ecuaciones, escribes canciones, te quedas con las ganas, cargas cajas, avistas halcones, echas de menos, riegas plantas y rompes macetas. Haces mucho, tanto que acabas siendo cien personas que apenas se hablan y se te llenan los bolsillos de tantos recuerdos como agujeros.
Lo cual ni es malo ni bueno, no hay orden ni propósito, ni planteamiento ni desenlace. Sólo el viaje.
Así que cuelgas cuadros, abordas proyectos, pegas portazos, viajas, besas, aúllas, trasnochas, susurras, madrugas, resuelves ecuaciones, escribes canciones, te quedas con las ganas, cargas cajas, avistas halcones, echas de menos, riegas plantas y rompes macetas. Haces mucho, tanto que acabas siendo cien personas que apenas se hablan y se te llenan los bolsillos de tantos recuerdos como agujeros.
Lo cual ni es malo ni bueno, no hay orden ni propósito, ni planteamiento ni desenlace. Sólo el viaje.
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