05 enero 2012

Chrismenos

La navidad no paró por aquí, aparentemente pasó de largo. Tampoco hubo cambio de año. Sonaron los cuartos y las campanadas y la gente comió las uvas, y se movieron las agujas.
Se actualizaron solos los calendarios digitales, y mientras la gente brindaba con cava y se emborrachaba entraban en vigor nuevas tasas fiscales y los servidores de los bancos actualizaron los tipos de cambio.
Pero el siguiente minuto y los que le siguieron, pese a los abrazos de los seres cercanos y el espectáculo de los nuevos anuncios más caros del año, pareció un poco más de lo mismo.
Como si alguien hubiese hubiese hurtado la sensación de dar carpetazo, borrón y cuenta nueva que siempre ha acompañado a estas fechas y los minutos, nada más llegar, ya parecieran minutos de segunda mano.
La poca gente que lo advirtió al momento procuró no decirlo en voz alta para evitar enfriar la celebración con un comentario inapropiado. Con los días el efecto fue más patente y se confirmaron los temores iniciales: todo apuntaba a que todas esas emociones extraviadas quedaban pospuestas doce meses a la espera de tiempos más propicios.
Se desconocían los detalles de la medida y se ignoraba si los sentires de este año se perderían o si serían devueltos acumulados junto con los correspondientes siguiente año. La sospecha de esto último lanzó a los especuladores bursátiles a invertir en futuros de marisco y reservar miles de entradas de cotillones para la siguientes celebraciones.

3 comentarios:

pab dijo...
No sé muy bien de donde ha salido este cuento. Yo pensaba escribir otra cosa totalmente distinta, pero cualquiera le lleva la contraria a mi subconsciente...
He de llevarme bien con él, compartimos apartamento.
Awake at last dijo...
Momooooooooooooooooooooo...
pab dijo...
Sé lo que piensas, awake, tranquila: mis abogados ya se han puesto en contacto con los herederos de Michael Ende para demandarles por plagio.