29 septiembre 2010
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Eras un fallo tan hermoso y tan inevitable que no pude menos que ponerme de rodillas y mirar como el más tierno de mis instintos suicidas daba cuenta del resto de lo poco que quedaba. Del olor de tu risa. Del sonido de tus rodillas cuando se plegaban. De todas y cada una de nuestras mejores tardes perdidas.
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4 comentarios:
Ahora ya tengo frase memorable que decirle si le vuelvo a ver.
Gracias, Pablito.
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