07 julio 2009

Dictaduda

Aunque las generalizaciones de género me suelen impacientar, últimamente noto que muchos hombres de mi quinta vivimos en una dictaduda. Sometidos al yugo totalitario de un puñado de quizases, lo mismo escapamos del cálido lecho conyugal para conseguir capturar por primera vez a un unicornio vivo, que cerramos a cal y canto las habitaciones más luminosas de nuestra casa por miedo a que el sol termine estropeando la pintura de las paredes y nos toque repintar.
Tal vez sea la edad, el calor, o el exceso de azúcar en la dieta. No tengo ni idea, esta vez no es una de esas en las que aparento tener respuestas.
Lo único que espero que noten es que me incluyo humildemente en el grupo.
Tampoco es de extrañar: llegados a este punto, un servidor ve la paja en el ojo ajeno, la viga en el propio y hasta esquiva con reflejos felinos excrementos de estornino cuando camina por las mañanas adormilado hacia el trabajo.

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