01 marzo 2009

Clases de piano

Llamandose Adagio Viola, y siendo el primogénito de un ilustre profesor de piano y una famosa mezzosoprano, todo apuntaba a que su vida iba a estar entregada al mundo de la música. No fue así, y cursó económicas, graduandose con matrícula y trabajando con gran éxito como corredor de bolsa hasta el día en que murió atragantado por la díscola aceituna de un vermú.
Con tales precedentes, podrán entender que veintitres años después, su hijo mayor se enfrentara a una gran duda existencial: no sabía si seguir con su vida el camino que le dictaban sus origenes y procedencia, fuesen los que fuesen, o dejarse llevar por lo que le pedía el corazón, que era pilotar un aeroplano bimotor.
Nunca tuvo tiempo de tomar tal decisión debido a su prematura defuncíón. Una violenta relacción alérgica a un éxito de radiofórmula que sonaba en el hilo musical de un centro comercial le ahorró ese problema y todos los demás que pudiese tener el resto de su existencia.

Y ese es el quid de la cuestión. Algunas de las mejores historias acaban antes incluso de haber podido empezar. Y algunas de las peores no habrían sido tan malas si hubiesen tenido la oportunidad de terminar a tiempo, cuando nadie lo esperaba.
Y esta, creo yo mientras escribo estas lineas, empieza a entrar por momentos en el segundo grupo. En algun momento habrá que parar...

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