02 octubre 2007

Incumpliendo

Envalentonarse y saltar la barandilla no siempre es suficiente.
La fé moverá montañas pero no sostiene las suelas de mis zapatos en el aire.
Y mientras el formidable peso de los errores propios y ajenos acelera mi caída, descubro que me las he arreglado para acobardarme, saltar sin mirar, no poner los pies en el sitio adecuado y escoger la caída más alta todo en el mismo movimiento.
Y mi acrobática torpeza, que tan rentable me fue hace tiempo, hoy ya no me hace mucha gracia.

Lo único que sé es que prometí no sentirme así en mucho tiempo. Y aquí estoy, poco después: incumpliendo.

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