27 junio 2006

El fin del mundo tal y como lo conocemos (y III)

Nunca se pueden predecir los cambios sociales que provoca un avance científico.
La llegada de los primeros teléfonos a los hogares provocaron vaticinios fatalistas, en los que se avisaba de que la gente ya nunca querría salir de casa.
Sin embargo, debido a lo voluble caracter humano, las cosas a veces transcurren de forma no prevista: todos sabemos que las temibles precicciones no se hicieron ciertas hasta la llegada de la televisión.

Con la Teoría de la Respuesta Absoluta ocurrió algo parecido. Los primeros y avispados corredores de bolsa comenzaron a utilizarla y durante unas semanas hicieron negocios históricos.
Luego todo el mundo invertía en los mismos sitios y nadie ganaba ni perdía en la bolsa.
Finalmente dio todo igual: dejaron de haber empresas no exitosas dado que sus responsables abortaban su creación cuando las Ecuaciones lo recomendaban. En un sistema basado en el tránsito continuado de dinero, un mundo de perdedores y ganadores, la bonanza general no era posible. Pero dado que nadie perdía ni ganaba más que el resto, se instauró una estable y duradera mediocridad en los negocios.

Así que el gremio de los brokers bursátiles se unió al de los psicólogos, cazatalentos, croupiers, responsables de recursos humanos, consultores tecnológicos, párrocos, adivinos, guionistas del Cuarto Milenio, y agentes inmobiliarios en una serie de fabulosas e interminables colas en las oficinas de empleo.
Al poco tiempo todo el mundo dominaba las Ecuaciones y la cola del paro dejó de tener sentido también.

Se supo que sí había vida extraterreste, y se averiguó porqué hacía siglos que nos habían dejado de visitar, dejándonos por imposibles.
De descubrió que Madonna no siempre fue mujer. Se averiguó el motivo de la sonrisa de la Gioconda.

La mayoría de los gobiernos se enfrentaron a revueltas populares debido a que se tuvo un conocimiento certero de sus gestiones. Las policías secretas aumentaron la eficacia de sus redadas. Los movimientos de resistencia, la rapidez de sus huidas.

Más tarde el ya desenmascarado consorcio de empresas petroquímicas, famaceuticas y de telecomunicaciones que realmente gobernaba el mundo ideó un plan para intentar erradicar el conocimiento de las Ecuaciones de la faz de la tierra pero éste fue abortado porque las Ecuaciones dijeron que iba a fracasar.

Sólo un grupo de unos miles de personas consiguió escapar de esta histeria preplanificada, liderados por un antíguo premio nobel al que hacía ya algún tiempo que nadie invitaba a conferencias ni hacía caso.

La gente lo suficientemente estúpida como para no conseguir dominar las Ecuaciones y la gente lo suficientemente inteligente para no desear hacerlo se asoció, erigiendose como estado soberano en lo que antes se conociera como Atolón de Mururoa. Curiosamente les dejaron hacerlo en paz, ya que nada tenían que ofrecer y poco se podía temer de ellos.

En el escudo de la República de Incognitia se podía apreciar una figura apolínea desnuda saltando sobre una cama mientras una venus tapada hasta la nariz lo miraba con ojos extasiados.

0 comentarios: