25 octubre 2005
Superpoderes, aristocracia y bicicletas.
Los superhéroes nacen o se hacen. A mí siempre me cayeron mejor los que se hacían. Ya fuera a través de alguna experiencia traumática o por exposición prolongada a radioactividad (lo cual tampoco debe ser un plato de gusto).
Me parece tremendamente clasista que un papanatas nacido en Kripton caiga en nuestro planeta y ya desde bebé tenga todo tipo de poderes fabulosos. Reclamo el derecho de cualquier hijo de vecino a salvar el mundo.
Esas cosas influyen en el carácter de uno. Yo personalmente no me dejaría salvar por un nenaza de buena cuna con caracolillo engominado por muchas vigas de acero que pudiese doblar con el meñique. Es una cuestion de coherencia y de principios. Hacen falta superhéroes de clase media, fumadores y malhumorados. En ese sentido siempre me ha encantado uno que tiene patillas, uñas metálicas y muy mala leche.
Todo esto me viene a la cabeza porque hoy he descubierto que soy capaz de dormir e ir en bicicleta al mismo tiempo. Todavía no entreveo el destino que me va a deparar el ser poseedor de tamaño superpoder. He decidido permanecer expectante y refugiarme en mi identidad secreta hasta encontrar a un supervillano merecedor de ser atropellado por un ciclista sonámbulo.
Shhh. Guardenme el secreto.
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