31 mayo 2009

Parabólica

Salí el viernes del trabajo enojado con el mundo y le dí una formidable patada en el culo a mi yo-laboral, con un empuje y ángulo perfectamente calculados para conseguir que saliera disparado hacia el cielo, quedara orbitando el planeta durante dos días, que no volviera a la tierra hasta el lunes por la mañana.
Hoy es domingo, y según se acerca la hora de reentrada me preocupa que mañana, cuando llegue el final de su trayectoria parabólica, me acabe cayendo encima al entrar al trabajo y convirtamos la oficina en un cráter humeante.

21 mayo 2009

On the move

De mudanzas nunca he sabido nada y en unos pocos años me he vuelto un experto.
Hay muchas formas de dejar una casa. De todos los tipos de traslado, los escuetos y progresivos se han convertido en mi especialidad, la tendencia natural de quien no tiene coche y sí una lista de amigos a los que ha recurrido en demasiadas ocasiones.
Así que poco a poco y aprovechando viajes casuales, va uno desmantelando el sitio donde vive hasta dejarlo en unas mudas de ropa y un cepillo de dientes.

Los últimos días en la casa de la que te vas es una historia de inanición programada de despensas y nevera, pero también de minúsculas despedidas.
Te despides del rombo de sol ondulado que aparece por las mañanas en las cortinas del baño, de los ruidos de las vecinas y hasta de los olores de los armarios.
Y da igual que te vayas de una húmeda ratonera al Taj Mahal, rara vez lo haces plenamente convencido. Es como si el lugar supiera que algo peligra y en un intento desesperado recuperara todos sus encantos.

A eso ayudan sin duda los fantasmas de los ratos pasados, de los buenos e inesperadamente también de los malos. No hay nada mejor exorcismo para la memoria que vaciar los sitios vividos. Desempolvar el escenario de cenas desayunos risas y discusiones supone una catársis que curiosamente sabe más de perdón que de olvido.
Tal vez los malos recuerdos desprovistos del lugar donde habitaron se saben más inofensivos y se meten mansos en las cajas, entre tres o cuatro libros y ese montoncito de cajas de cedé vacías que no tiras y acabas llevándote a todos lados porque te gustan las portadas.

17 mayo 2009

Factory

Hoy he tomado en una terraza frente una iglesia un café con hielo y dos cañas.
En el tiempo que he estado sentado ha llegado mucha gente muy arreglada. Y luego un Jaguar negro, engalanado. Ha salido la novia con vestido de raso blanco y ha entrado. El resto de la gente ha entrado también. Al rato han salido y han sonado las campanas. Han tirado arroz y el Jaguar con los novios ha salido pitando. Se han dispersado, pero ha veido más gente, y luego un Rolls Royce color nácar, del que ha salido otra novia, más tradicional, con cola, velo y encaje que ha entrado tambien. Aplausos, arroz, campanas y se ha ido el Rolls. Ha llegado más gente. Un Audi A8 plateado. Vestido color crema, escote palabra de honor. Entran-salen, aplausos-campanas-arroz.
Obviando la sensación de estar al final de una cadena de montaje, creo que no he comprendido nada de lo que ha sucedido.
Pero he visto unos coches muy molones.

09 mayo 2009

El método Edison

Se dice que el señor Thomas Alva Edison necesitó más de mil intentos antes de dar con la perfecta aleación del filamento que no se volatilizara al encender la bombilla primigenia.
Qué quieren que les diga, a mi me dice muy poco de Mr. Edison como ingeniero, pero hay que reconocerle el mérito de ser un inepto insistente.

Últimamente me da la sensación de que yo también, finalmente, he agotado todas las maneras de equivocarme y al final, quizás por eliminación, empiezan a salirme las cosas bien. Y me acuesto plácidamente en el colchón de los errores pasados, una montaña de filamentos carbonizados y pedazos de cristal que al final de la batalla no se me hace tan incómoda, tal vez por ser sólo mía y de nadie más.

En cualquier caso, háganse el favor y no se dejen contagiar con este positivismo desatado y lo intenten en sus hogares: El sistema Edison sale caro. Y tanto él como yo hubieramos preferido acertar a la tercera o a la cuarta y ser mediocres en nuestro éxito, completamente triunfales y olvidables.