29 septiembre 2009
Tanto y tan seguido
Llueve tanto y tan seguido que más que tamborilear parece que cantan las gotas sobre las tejas una sola nota sostenida.
Llueve tanto y tan seguido que el suelo se tapa con mantas de agua y los desagües sobrepasados dibujan espirales en la superficie, indicando el lugar donde antes estaban. Llueve tanto y tan seguido que el coro de diminutas explosiones, ondas y burbujas que tapiza el suelo de la terraza suena más alto que mis pensamientos.
Y agradezco ser relegado al rol de simple testigo de algo tan grande y tan pequeño, tan cotidiano y tan hermoso que merece la pena dejarle un hueco y perder el tiempo dejando de ser yo por un rato.
21 septiembre 2009
Este sueño no es mío
"Es usted imbécil", me dice el doctor en mi sueño. Lo ha hecho tras auscultarme y mirarme la garganta, lo cual me hace pensar que más que una apreciación personal se trata de un diagnóstico.
Me pregunto si sacando la lengua y diciendo "aaah" como un buen paciente podré mejorar su opinión, pero él ya se ha girado y garabatea algo en su escritorio.
Cuando me extiende la receta invitándome a salir de su consulta miro el papel y compruebo que no hay nada.
Este sueño no es mío. Ni es de nadie, porque me lo he inventado. No puedo escribir los sueños porque rara vez los recuerdo. Y cuando rescato un trozo estando en duermevela, suele ser algo tan absurdo repetitivo e irrelevante que tiendo a pensar que mi cabeza también echa el cierre cuando yo duermo, contradiciendo las tesis de todos los neurólogos y expertos en el tema.
Uno no elige lo que sueña, y me parece bien, porque ya somos suficientemente presos de nuestras decisiones cuando estamos despiertos. Pero el sindicato del turno de día en ocasiones protesta. Les gustaría saber algo, obtener alguna muestra, de lo que se cuece en la fábrica cuando bajan las persianas.
05 septiembre 2009
Esquivando la ocasión
Los viernes de plenilunio han sido desde siempre la mejor coartada del lobo que me habita a ratos para darme dentelladas de esas que no duelen hasta que llega la mañana.
Esta noche he vuelto a casa esquivando la ocasión, haciendo oídos sordos a la música de las risas y a alguna que otra ocasión puñetera e inesperada de esas a las que otro día lamentas haber dicho que no.
He escalado hasta mi guarida a tender la pobre colada que me esperaba, tiritando y resignada.
En medio de la terraza, bañado en una luz tan blanca y uniforme que parecía pintada sobre todas y cada una de las cosas, he notado como cambiaba la dirección del viento y el ambiente refrescaba, y se me ha erizado el vello. Las nubes cruzaban el cielo a toda velocidad, como con prisa por llegar a algún lado antes de la mañana.
Velando el sueño de media ciudad y escuchando el desvelo alocado y lejano de la otra mitad, me he sentido despierto y atento una manera plena y absoluta, una lucidez atípica, impropia de mañanas, de despertadores, de duchas o desayunos.