06 agosto 2009
Burn the script
Seguro que nadie te previno del perverso ritmo que imponen el calendario laboral y el mes de vacaciones. Probablemente nadie te avisó de que tu organismo, habituado a metabolizar finas rodajas diarias de tu propia vida, podría colapsar ante el reto de procesarla con un cien por cien de pureza, veinticuatro horas al día.
Tal vez debiste ser menos tú mismo durante un tiempo para irte habituando al cambio.
No ha sido ese mi caso. En cualquier caso podría haber sido peor, gracias a un par de almas buenas que han amortiguado mi impacto.
Pero me asombra pensar lo intensos que han resultado unos días que en principio debían haber sido tediosos y relajados. A la mierda el guión, cuando no es creíble es mejor improvisarlo.
Menos mal que de días aún me quedan unos cuantos. Es una suerte que el coste de mi tiempo últimamente ande terriblemente devaluado.
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