16 septiembre 2008

Market wars

A nadie le parece más atractiva la comida envasada al vacío en bandejas de poliexpan con cobertura polivinílica transparente y pertinente etiquetado informando de peso, precio, valor nutricional y rúbrica codibarrada.

Y no es más práctico, se hace mala antes. El tema es que a muchos nos da pereza/verguenza explicarle a un dependiente lo que queremos (si es que lo sabemos) y cuánto de cada cosa. Más especialmente si nos dan a elegir de entre distintas opciones. Lamentablemente, nos resulta más llevadera la acción mecánica de llenar la cesta con bandejitas, nos hace menos evidente el hecho de que no tenemos ni idea de lo que nos llevamos a la boca.
En este golazo silencioso que la tecnología mete a diario al contacto humano y a la calidad de nuestra dieta participan también los que se las dan de entendidos y ensalzan la cocina de mercando porque un sábado de hace tres semanas se compraron cuatro tomates raf en la verdulería del barrio.Otra cosa es que no lo admitan.
¿Y cual es la solución? Pues para mucha gente no la hay, y por horario laboral se ve abocada a la dictadura del ultracongelado. Pero los que podemos elegir tenemos que enrolarnos en la resistencia.

Yo por mi parte, como activista novato, estoy plasmando mi protesta con una serie de acciones de guerrilla de hipermercado: intercambio de etiquetas entre bandejas de pollo y cordero, infiltración de comandos de aguacates y papayas en las neveras de cárnicos envasados, alteración aleatoria de códigos de barras con bolígrafo Bic negro...

Si algún día me capturan, este texto es mi legado.

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