13 mayo 2008
Palmo y medio
Nació antes de tiempo, creció siempre hambriento y partió adolescente a hacer fortuna.
Viajó y medró rápidamente y se hizo un nombre, enriqueciéndose hasta el punto en el que ya nadie volvió a discutirle nada.
Exigió el máximo (y después palmo y medio más) a tres generaciones de subordinados, que lo adularon y odiaron a partes iguales durante las cinco décadas dirigió activamente su imperio.
Envejeció tras unas gafas oscuras y unos cristales tintados, disgustado por la evidente insuficiencia e imperfección de todo lo que le rodeaba.
El día de su entierro la gente acudió el tiempo justo para cumplir con el compromiso, así que el sepulturero pudo parar y almorzar tranquilamente sentado a la entrada de un panteón elevado un palmo y medio por encima de todos los demás.
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