09 mayo 2008
Cafés en la pechera
Existen dos tipos de personas que llegan tarde a todo.
Unos son los que atraen al contratiempo, el tipo de persona que a la que un meteorito atraviesa el techo de su casa o estrena su traje de bodas derramando un café sobre la pechera una hora antes de la ceremonia.
La otra impuntualidad es mucho más perversa y egoísta: un gran porcentaje de los impuntuales odia tener que esperar al resto de la gente y se garantiza inconscientemente la inmediatez del encuentro llegando los últimos.
Así, muchas veces, pequeños cambios en tu forma de actuar pueden hacer sutilmente más sencilla tu existencia (y desgraciadamente fastidiar sutilmente la existencia del resto de la gente).
Tal vez este soliloquio sobre la fatalidad, la tardanza, el egoísmo y sus consecuencias esconda una disculpa por mis semanas de abandono blogueril.
O tal vez el tiempo, que no dejaba de pasar, el vacío de mi cabeza anegada de rutinas y la inquietud de no saber porqué no podía escribir tengan que vencerse haciendo precisamente eso, lo de siempre: escribiendo.
Gracias por esperar.
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