15 marzo 2008

Fallos de racord

Finales apresurados. Principios autoindulgentes. La vida no es siempre cambio de canal, a veces algún fotograma se grabado en nuestra retina y persiste. Puedes pasarte la velada en fast-forward, buscando las escenas interesantes y saltando a otro canal cuando el clima decaiga. Pero tal vez entonces te vayas a dormir sin saber de qué iba la historia. Y se te llene el camerino de estrellas invitadas pero eches de menos papeles de peso en el reparto.

No sé si es por el humo, las luces, las lagunas o los estados de ánimo de gráfica senoidal, pero desde hace algun tiempo estoy decidido a evitar los fallos de racord en las historias en las que salgo, pese a que ello me obligue a protagonizar entreactos de relleno y largos planos secuencia.
Así, los finales serán consecuencia de los principios, y por una vez podré decir que la película de mi vida es cine de autor y no descartes y retales montados en mesa con estética videoclip.

Y en esas escenas de transición me encuentro, armado hasta los dientes con nuevos libros para leer, algunos amigos cuya atención creía ya no merecer, algunos proyectos ilusionantes y la escalofriante cifra de tres viernes noche seguidos sin salir (y sin haberme quedado encerrado en un ascensor), lo cual en otras épocas hubiera sido motivo de llamada a un médico o a un notario especializado en récords.

Podrán alegar que mis circunstancias no son muy emocionantes. Pero a mi me vale con pensar que la próxima escena, da igual cómo gire la cámara, yo sabré de donde he venido, porqué estoy allí, y tal vez mi guión me depare algo interesante que decir.

Acción.

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