20 mayo 2015
Una especie de certificado
"No soy un robot". Marcas la casilla y rellenas el campo de texto con las cifras borrosas que se adivinan en la diminuta imagen para poder continuar. A veces, cuando estás cansado, cuesta más acertar y tienes que hacer algunos reintentos que solucionas de manera casi inconsciente, con una destreza mecánica bien entrenada.
"No soy un robot" -lo pone arriba bien claro- aunque en tu torpeza empiezas a dudarlo, y convertido el asunto casi en una cuestión de orgullo escudriñas la maraña de pixeles cada vez más pegado a la pantalla. Y cuando por fin la clave es aceptada por la remota y exigente entidad sintética que se ha erigido en momentánea evaluadora de lo humano de tu condición, casi suspiras. Y se te concede el premio de visitar la siguiente pantalla.
Algunos días torcidos desearías que ese aprobado en el examen de humanidad fuese algo más que un mecanismo anti-spam. En esos días raros querrías que "no soy un robot" fuera un alegato tajante, la confirmación de algo que venías sospechando pero que no tenías totalmente claro. Una especie de certificado.
22 febrero 2015
Manifiesto nocturno y nihilista
En el mundo que habitamos todas y cada una de las malas ideas que pueden ser han sido pensadas antes que tú. Las buenas también, tengas un hijo o plantes un árbol. Y ser malo, muy a tu pesar, tampoco te hace especial: todo el daño que puedas tu hacer ha sido hecho y olvidado, han ardido capitales y se han quemado bibliotecas por menos motivos de los que tu piensas. Nada te hace distinto por pensar algo inesperado porque el tiempo que tienes no es tuyo: te ha sido prestado y no te han dicho por cuanto. Y lo que hagas con él, a largo plazo (y en mi opinión) no es que importe
demasiado.