28 febrero 2007
Exit music (for a film)
Después de años aprendiendo a plegar bien la ropa y a hacer las cosas como toca uno se descubre a sí mismo palpando con los dedos grietas en paredes que creía inamovibles. Deseando encontrar un pegamento con el que unirse los zapatos al suelo, tal vez para no caer o quizás por miedo a que el suelo se haga añicos y desaparezca debajo de ellos.
Y cuando los problemas de ahora parecen ser un remake innecesario de los de antes, con más presupuesto, mejores decorados y actores mucho más desorientados, uno tiene claro que no es necesario ni aconsejable quedarse a ver los créditos. Mejor recordar la versión original.
Urge una solución. Un buen pegamento . Un letrero iluminado que indique dónde está la salida.
19 febrero 2007
Peluqueros y catarsis
El tipo de persona que se asusta de su reflejo cuando sale de una peluquería suele acabar llevando el pelo largo y mal cortado.
Es el mismo tipo de persona a la que gustan las fiestas de disfraces pero odia disfrazarse.
Por eso cuando ella supo que no iba a la fiesta, prefirió no contarle cual sería su disfraz, por parecerle una impiedad.
Y él estuvo de acuerdo, muy a su pesar.
Y se quedó en casa, limpiando debajo de las alfombras, donde hacía falta mirar y hacía mucho tiempo que no miraba.
Lo de cortarse el pelo lo dejó para más adelante: no quería pecar de ambicioso.
Y podía parecer poco, pero eso era su vida. A veces incluso menos. Y a veces mucho más.
05 febrero 2007
Ensartando nubes
El funambulista controla cada uno de sus movimientos y vive sentado en el filo que separa la falta del exceso. El equilibrio es su razón de ser, y la ansiedad el pan con el que moja todos sus guisos. Si por algún desliz perdiera pie, todo se acabaría. Lo mejor que le puede pasar es llegar al otro extremo del hilo sin mayor novedad.
Ser hombre-bala es mucho más sencillo.
A fin de cuentas tan sólo ha de esperar la explosión, y disfrutar del viaje cuando las cosas se desencadenan.
El hombre-bala es ajeno a la desgracia o éxito de su empresa. La mecha decide el cuándo, y la física de los cuerpos trazará la parábola de su trayectoria.
Y si tiene suerte, esta le llevará lejos y alto, ensartando sucesivas nubes con un "plop!" ahogado , hasta estrellas antes desconocidas.
Muchos pensarán que es una triste tarea, la de hombre bala. E imaginarán terrorifico el momento de tocar el suelo.
Pero a mí me gusta, porque vive en la caída. Se abandona y se abraza al torbellino y aprende a disfrutar de las cosas buenas cuando vienen. Y se sorprende a sí mismo queriendo repetir apenas ha tocado el suelo.
Haganse el favor, sean hombres (o mujeres) bala alguna vez.
Y compartan el sitio en el cañón con alguien especial. Eso es casi lo más importante.