18 enero 2005
De vuelta
Para trepar una tapia de noche necesitas una noche, una tapia, y a ser posible unas botas llenas de barro. El vaho y la lluvia nunca están demás.
Si está tan oscuro que no te aciertas a distinguir las palmas de las manos, es probable que al caer al otro lado pierdas pie y te desorientes. Y camines a tientas y resbales. Y termines sentándote en una piedra haciéndote las preguntas de siempre.
Siempre que esto me pasa, el amanecer me sorprende sentado en mi piedra. Y me ilumina de rosa boreal la estela de algún avión que raja el cielo en ese instante.
Y siempre pienso que me está marcando la línea que no debo cruzar y me quedo mirandola pasmado.
Sin embargo ésta vez pensé que tal vez me indicaba el camino de salida. Y decidí que no perdía nada por intentarlo.
La seguí caminando, y me llevó hasta aquí.
De vuelta.
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