05 mayo 2005

El santo al cielo

Llueve a ratos y de forma indefectiblemente diagonal. Cosas del dichoso microclima, bolsas de aire húmedo atrapadas por un par de montañas imbecilizan al clima y de paso a los meteorólogos que intentan predecirlo.

A través de la ventana diviso dos estorninos que parecen no haberse dado por aludidos. Se balancean en el cable telefónico y se dedican a lo suyo, que es cagarse en la ropa de una señora a la que no hay que mirar mucho para darse cuenta de que hace ya años que se dió por vencida. Vencida en eso y vencida en todo lo demás.

Me acuerdo de la cita con el dentista mil veces pospuesta por pereza. Y de mi amigo, que se queja de que la generación de agitadores que nos revolucionó en su momento se han convertido en cuarentones barrigones acomodados y autocomplacientes. Piensa que no sirven, que debemos buscar otros referentes o inventárnoslos. A mí hacer eso me da tanta pereza como ir al dentista. Decido postponer de momento las dos cosas.

Envidio su determinación. A mí nadie me revolucionó nunca, por más que busqué no encontré a mis ídolos. No compro camisetas de grupos y el autor que más me ha influido publica la mayoría de sus libros en colecciones para menores de doce años. Decididamente tengo un problema, pero me acompaña ya tantos años que no sé qué haría sin él. Supongo que somos nuestros problemas, la gente sin problemas me pone muy nervioso.

Eso me recuerda a la SGAE. Ellos tambien tienen un problema, y bien gordo. Pero eso no basta para humanizarlos.
Me pregunto si los dinosaurios fueron conscientes antes de extinguirse de que el entorno había cambiado, de que se les habían acabado las eras de dominación. Leyendo algunas de las últimas actuaciones de la SGAE me doy cuenta de que son un dinosaurio-garrapata demasiado grande y gordo como para ceder voluntariamente el testigo. Tampoco me importa demasiado porque es cuestión de tiempo: ya tienen su meteorito...

Uno de los estorninos se ha ido volando.
El otro se queda asido al cable, encogido de frío y preguntándose en qué parte de la película empezó a perder el hilo.
A los dos se nos ha ido el santo al cielo.

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